LIBROS



Ignasi Riera:
 
‘CON SANGRE DE CEBOLLA…’

Orihuela. La Vega Baja del Segura. Cuando muere su ‘compañero del alma’, Ramón Sijé, Miguel Hernández reclama su presencia: ‘tanto dolor se grupa a mi costado, / que por doler me duele hasta el aliento’. Y le apremia para que regrese: ‘Volverás a mi huerto y a mi higuera’.

El autor de Garbera de recetas hernandianas, luchador de largo recorrido por las libertades, pedagogo vocacional, comprometido con la recuperación de la memoria colectiva, penalizada y encarcelada durante tantos años por todos los torturadores-lacayos de la amnesia, ha sido, como pocos, lector-lector de su paisano Miguel Hernández, con quien ha regresado, desde la nostalgia siempre legítima, a sus raíces. Las palabras del poeta han ayudado a Jaime Ruiz Reig a revivir los colores, sabores y sinsabores, imágenes, aromas, sonidos, palabras con sabor a pan caliente aún de su tierra: es decir, de su infancia.
Tierra e infancia que han sido para ambos –a pesar de la divergencia de itinerarios y de calendarios– una patria compartida y añorada.
Más que una excusa, pero también una excusa, para continuar hablándonos del autor de El rayo que no cesa, Jaime Ruiz nos habla de cocina, desde su mismo origen: el de los ricos, variados, sugerentes, incitantes productos de la tierra.
Traten de leer, por ejemplo, sin adjetivos, los nombres de los productos de la huerta de La Vega del Segura, de los tipos de arroces, de especias y condimentos y entenderán mejor las palabras de Miguel Hernández a Alberto Sánchez, de la mítica ‘Escuela de Vallecas’, por la que pasó, entre tantos, un enamorado de la toponimia alcarreña, el también poeta republicano José Herrera Petere: “la vida de los hombres suele ser como las raíces de los tomillos en su lucha por subsistir, pero hay muy pocos que al final de esta lucha huelan profunda y limpiamente como éste”.

Jaime Ruiz es sensible a una referencia de fondo, por desgracia viva y activa para inmensas mayorías, y que suelen olvidar muchos autores de recetarios o teóricos de la gastronomía: la realidad del hambre, la memoria del hambre, la omnipresencia del hambre, verdadero clásico español a lo largo del siglo XX. Me emociona cuando habla con devoción nerudiana del pan, tan escaso cuando, en los quince primeros años de la dictadura franquista el Régimen corrupto se autoproclamaba fiel a la consigna de lo que decía ofrecer a todos los españoles: “Patria, Justicia y Pan”. Y lo decían los mismos que habían asistido impertérritos a la muerte, en la cárcel, de un enfermo, también de hambre, como el gran poeta Miguel Hernández. Ni ‘Patria’, porque no hay patria genuina sin libertad, sin ‘Justicia’ porque en lugar de justicia Franco propició una burla esperpéntica de la ley al servicio del Gran Corrupto, que era él ‘Caudillo de España por la Gracia de Dios’, sin ‘Pan’, en una España tísica. En  cada página de un libro, tan ameno como útil, como el de Jaime Ruiz, estoy oyendo los versos hernandianos:

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

En tal contexto, el autor de tal ‘Garbera’, o "haz de recetas", nos recuerda cual era el secreto de la auténtica cocina popular: “Hacer de cada producto, a través de la cocina, algo más que un alimento, una buena comida, una provisión de energía”. Con su recetario, tan estimulante y sabroso, es muy fácil recomendar la lectura atenta de este libro. Que, como los libros de cocina útiles, conservaremos en un rincón de la cocina, quién sabe si con manchas de aceite o con un grito penetrante de ajos tiernos. 


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Pio Maceda: 

“La memoria de los sentidos alimenta el conocimiento de las raíces”, dice el autor en la dedicatoria del libro. Esa frase sintetiza  cómo los olores, sabores, sonidos, colores y la luz que descubrimos en  la infancia nos acompañan a lo largo de la vida.
El autor que nació en un pueblo  de la Vega Baja del Segura, próximo a  donde se desarrolló la corta vida de Miguel Hernández, ha  buscado en los textos y los comentarios del poeta y de su mujer Josefina Manresa, aspectos relacionados con la cocina: el olor y el sabor del pan; el de las hierbas aromáticas; el de  la morcilla de cebolla, o las variedades de  longaniza…;el gusto por las ensaladas, o la satisfacción de cocinar un buen arroz,   los distintos potajes, el cocido con pelotas, o las frituras y mariscos… Miguel Hernández sentía pasión por la fruta: higos, uvas, dátiles, naranjas… sin olvidar la dureza del hambre de los seres queridos que estaban lejos de su celda (Hambre y cebolla/ hielo negro y escarcha/grande y redonda).
Jaime Ruiz ha conseguido recordar al poeta que desapreció en la oscuridad del franquismo en un  libro luminoso que destaca por la difícil sencillez de la buena escritura. 

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 Madrid Sindical Marzo 2012

Acaba de presentarse un original libro, que, como dijera su prologuista, Ignasi Riera, «nos recuerda cuál era el secreto de la auténtica cocina popular: hacer de cada producto, a través de la cocina, algo s que un alimento, una buena comida, una provisión de energía». Además del propio Riera, la presentación  corrió a cargo de la escritora Almudena Grandes, el ex secretario general de CCOO, Antonio  Gutiérrez, el exrector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa y el representante de la editorial El Páramo, Ricardo González Mestre. La novelista alabó el libro  y su  originalidad para concluir que se lee «como si se bebiera». Antonio  Gutiérrez, aunque autocalicado como «apátrida», nacido en Orihuela como Miguel Hernández,  realizó un recorrido  histórico  y socio- lógico del pueblo, «ciudad satánicao y sotánica, con obispo, 33 iglesias, cuatro conventos, y una fábrica, el seminario, que sirvió de cárcel tras la guerra civil». 
Carlos Berzosa, por su parte, coincidió en la ori- ginalidad del libro  y destacó la «fuerza especial» de Miguel Hernández.
Por su parte, el autor, quien confesó no ser ni escritor no cocinero, alabó la cultura del reconoci- miento y lo importante que es aprender de quienes nos rodean. De Miguel Hernández la importancia de su marcha a Madrid  y abandonar una sociedad rural,  pobre y tradicional.
En  las páginas del libro conviven la vida de Miguel Hernández, su poesía  y recetas de cocina, fundamentalmente de la Vega Baja del Segura, bisagra entre Alicante y Murcia, compuesta por 29 localidades, entre ellas, Orihuela.